Volví a la casa del campo. Donde pasé mi infancia. Llegué casi de noche. Antes de entrar di una vuelta por la explanada: los árboles me acongojaron. Recordaba nítidamente cuando los plantábamos, mi padre con un azadón y yo con una escardilla. Dias enteros segando hierba. Podando los rosales. Ahora los cipreses están más altos que la casa. Recuerdo que entonces imaginaba cuánto podrían crecer: lo imaginaba en abstracto, sin la dureza de la imagen de ahora. Han crecido mucho. Y seguirán haciéndolo cuando ya no estemos aquí.
...Pude decir algo. Supuse que alguna vez lo explicaría todo, armándome de valor. desde luego, si imaginaba la ruptura del silencio, no sería en esta carta enmarañada y con palabras que suenan a hueco. Pero si rompo estas hojas bien sé que unas mejores nunca llegarán. tengo que empezar a acostumbrarme a que mi historia sea una historia mediocre, sin heroísmo, ni grandes acontecimientos. La infancia ya se fue, incluso comienzo a aceptar mi papel de actor secundario cegado por su propio ego.
Los grandes amores de una vida pueden aparecer entonces como el primer deslumbramiento adolescente que todavía no sabe llamar a las cosas por su nombre (con todo lo especialísimo y delicado de esa primera vez, pero nada más allá). Los desvaríos literarios, meras intoxicaciones en solitario. Los afanes profundísimos, arranques de metafísica, meras papagayadas con las que pretender deslumbrar a falta de otras habilidades sociales. Los sueños utópicos y revolucionarios (?), ocupaciones ociosas de un pequeñoburgués que no sabe nada de la vida pero se resiste a caer de la cómoda esfera paterna y nisiquiera se ha desprendido del cascarón emocional.
Termina entonces la búsqueda suprema del Sentido, la gran gesta personal. Somos un mero producto del azar con la facultad de creerse especialísimo, necesario, insustituible...
Siento haberte defraudado. Sigo por aquí.
Reconozco la realidad y sus obstentáculos, pero rechazo acomodarme en silencio o ser el eco vacío, avergonzado o cínico del
Aun a riesgo de ser tachado de cínico, dejaré salir algo que me corroe. Somos capaces de desayunar impasibles leyendo el periódico cuajado de matanzas lejanas, en ciudades de nombre impronunciable. Esas muertes son irreales, yacen un grado por debajo de las mejores películas de acción. Pero algo cambia si la ciudad es Madrid. ¿Qué es diferente? ¿Conocer los nombres de las calles? ¿Haber estado allí? ¿Que las víctimas se parezcan a nosotros, que hablen nuestro idioma? ¿Que sean de nuestro equipo? ¿Que conociésemos a alguien, que sea un familiar? ¿Que pudiésemos haber sido nosotros? ¿Al final es eso, un mero cálculo de probabilidades?
Han muerto víctimas inocentes. Las demás víctimas de la guerra o del hambre son inocentes, pero menos. Han "elegido" estar del lado de los malvados, profesar la fe equivocada, permanecer de parte de los perdedores.
Un bombardeo se nos vende como una operación quirúrgica. El máximo fruto del árbol de la ciencia, misiles guiados por el ojo que todo lo ve. Es algo limpio, que sólo deja bajas o daños colaterales.
Pero un atentado es algo sucio, mueren españoles, que no estaban en guerra. Ya no son bajas: los cientos de horas de emisión televisva, las toneladas de papel que escupen las rotativas multiplican las caras mutiladas, los nombres: ya no son "bajas". Son hobres, niños, mujeres, trabajadores, estudiantes, rumanos, polacos. Son 14 mutilados por aquí, son embarazadas, bebés, bomberos, familias deshechas. Cuestión de escala, de detalle.
Y las banderas que siembran el país son la cristalización de la patria, que cierra filas. Patria alimentada por todo ese dolor colectivo, magnificado a través de las lentes de la industria del espectáculo, tan versátil que apenas notamos la reconversión.
Dias aciagos estos. De tanto mirar la tele, se acrecienta el sentimiento de irrealidad. Algo ha pasado, algo que ha ocurrido y vuelve a ocurrir continuamente en las pantallas en bucle permanente, programado por las hienas del morbo a las que somos fieles en cada rincón de nuestra cabeza. Primero el dolor (o la indignación, o la incredulidad) y luego la sospecha de no ser informados. La UE creará al Señor Terrorismo para hacer frente a las fuerzas invisibles, al enemigo común que nos aglutina. ETA o Al Qaeda, qué más da, como si detrás de las palabras se escondiese el tío del saco, el auténtico Señor Terror. Nos queda un país que se manifiesta cuando nos dicen que hay que manifestarse (por la constitución, ahora sí). Un país lleno de banderas. Un país lleno de gente aturdida a la que no dejan de suplicar que pase lo que pase, acuda a votar el domingo. Como si eso lo arreglase todo.
"Normalmente, traslada a sus elegidos en estados conscientes de sueños conectados a estados profundos de sopor en mundos carentes de sentido lógico - espacial. Se desplaza rápido y bajo reflejos de corta duración. ¿Quién diría que proyecta ante las cámaras reflejos de sombras y esferas de color verde-luminiscente?
Desvía tus intenciones, y las suyas las refleja con agradable audacia y gentil ironía. Aparentemente descarga su mundo y brilla a través de sus protegidos."
Tomo prestado este texto de parafrenia. No sé en qué estaría pensando, pero es obvio que describe a la perfección el comportamiento del gran calamar que nos vigila. Comienzo a pensar que hay muchas formas de aproximarse a él...
esta tarde, mientras ella se lavaba los dientes y yo me ataba los zapatos, fue entonces que lo comprendí. como especie, estamos atrapados. estamos enfermos de novedad.
la rutina no es más que un caso patológico de nuestra hipertrofia: el esfuerzo desmesurado por constatar continuamente que todo sigue igual.
Hum... Ya voy amueblando esta casa. Voces amigas la recorren.
Hoy no estoy tan solo.
No dormí. Sonrío.
When a man starts to learn, he is never clear about his objectives. His purpose is faulty; his intent is vague. He hopes for rewards that will never materialize for he knows nothing of the hardships of learning.
He slowly begins to learn--bit by bit at first, then in big chunks. And his thoughts soon clash. What he learns is never what he pictured, or imagined, and so he begins to be afraid. Learning is never what one expects. Every step of learning is a new task, and the fear the man is experiencing begins to mount mercilessly, unyieldingly. His purpose becomes a battlefield.
And thus he has stumbled upon the first of his natural enemies: fear! A terrible enemy--treacherous, and difficult to overcome. It remains concealed at every turn of the way, prowling, waiting. And if the man, terrified in its presence, runs away, his enemy will have put an end to his quest and he will never learn. He will never become a man of knowledge. He will perhaps be a bully, or a harmless, scared man; at any rate, he will be a defeated man. His first enemy will have put an end to his cravings.
Carlos Castaneda, Las Enseñanzas de Don Juan.
It is not possible for a man to abandon himself to fear for years, then finally conquer it. If he gives in to fear he will never conquer it, because he will shy away from learning and never try again. But if he tries to learn for years in the midst of his fear, he will eventually conquer it because he will never have really abandoned himself to it.
Therefore he must not run away. He must defy his fear, and in spite of it he must take the next step in learning, and the next, and the next. He must be fully afraid, and yet he must not stop. That is the rule! And a moment will come when his first enemy retreats. The man begins to feel sure of himself. His intent becomes stronger. Learning is no longer a terrifying task.
When this joyful moment comes, the man can say without hesitation that he has defeated his first natural enemy. It happens little by little, and yet the fear is vanquished suddenly and fast. Once a man has vanquished fear, he is free from it for the rest of his life because, instead of fear, he has acquired clarity--a clarity of mind which erases fear. By then a man knows his desires; he knows how to satisfy those desires. He can anticipate the new steps of learning and a sharp clarity surrounds everything. The man feels that nothing is concealed.
And thus he has encountered his second enemy: Clarity! That clarity of mind, which is so hard to obtain, dispels fear, but also blinds. It forces the man never to doubt himself. It gives him the assurance he can do anything he pleases, for he sees clearly into everything. And he is courageous because he is clear, and he stops at nothing because he is clear. But all that is a mistake; it is like something incomplete. If the man yields to this make-believe power, he has succumbed to his second enemy and will be patient when he should rush. And he will fumble with learning until he winds up incapable of learning anything more. His second enemy has just stopped him cold from trying to become a man of knowledge. Instead, the man may turn into a buoyant warrior, or a clown. Yet the clarity for which he has paid so dearly will never change to darkness and fear again. He will be clear as long as he lives, but he will no longer learn, or yearn for, anything.
He must do what he did with fear: he must defy his clarity and use it only to see, and wait patiently and measure carefully before taking new steps; he must think, above all, that his clarity is almost a mistake. And a moment will come when he will understand that his clarity was only a point before his eyes. And thus he will have overcome his second enemy, and will arrive at a position where nothing can harm him anymore. This will not be a mistake. It will not be only a point before his eyes. It will be true power.
He will know at this point that the power he has been pursuing for so long is finally his. He can do with it whatever he pleases. His ally is at his command. His wish is the rule. He sees all that is around him. But he has also come across his third enemy: Power!
Power is the strongest of all enemies. And naturally the easiest thing to do is to give in; after all, the man is truly invincible. He commands; he begins by taking calculated risks, and ends in making rules, because he is a master.
A man at this stage hardly notices his third enemy closing in on him. And suddenly, without knowing, he will certainly have lost the battle. His enemy will have turned him into a cruel, capricious man, but he will never lose his clarity or his power.
A man who is defeated by power dies without really knowing how to handle it. Power is only a burden upon his fate. Such a man has no command over himself, and cannot tell when or how to use his power.
Once one of these enemies overpowers a man there is nothing he can do. It is not possible, for instance, that a man who is defeated by power may see his error and mend his ways. Once a man gives in he is through. If, however, he is temporarily blinded by power, and then refuses it, his battle is still on. That means he is still trying to become a man of knowledge. A man is defeated only when he no longer tries, and abandons himself.
He has to come to realize that the power he has seemingly conquered is in reality never his. He must keep himself in line at all times, handling carefully and faithfully all that he has learned. If he can see that clarity and power, without his control over himself, are worse than mistakes, he will reach a point where everything is held in check. He will know then when and how to use his power. And thus he will have defeated his third enemy.
The man will be, by then, at the end of his journey of learning, and almost without warning he will come upon the last of his enemies: Old age! This enemy is the cruelest of all, the one he won't be able to defeat completely, but only fight away.
This is the time when a man has no more fears, no more impatient clarity of mind--a time when all his power is in check, but also the time when he has an unyielding desire to rest. If he gives in totally to his desire to lie down and forget, if he soothes himself in tiredness, he will have lost his last round, and his enemy will cut him down into a feeble old creature. His desire to retreat will overrule all his clarity, his power, and his knowledge.
But if the man sloughs off his tiredness, and lives his fate though, he can then be called a man of knowledge, if only for the brief moment when he succeeds in fighting off his last, invincible enemy. That moment of clarity, power, and knowledge is enough.
Anything is one of a million paths. Therefore you must always keep in mind that a path is only a path; if you feel you should not follow it, you must not stay with it under any conditions. To have such clarity you must lead a disciplined life. Only then will you know that any path is only a path and there is no affront, to oneself or to others, in dropping it if that is what your heart tells you to do. But your decision to keep on the path or to leave it must be free of fear or ambition. I warn you. Look at every path closely and deliberately. Try it as many times as you think necessary.
This question is one that only a very old man asks. Does this path have a heart? All paths are the same: they lead nowhere. They are paths going through the bush, or into the bush. In my own life I could say I have traversed long long paths, but I am not anywhere. Does this path have a heart? If it does, the path is good; if it doesn't, it is of no use. Both paths lead nowhere; but one has a heart, the other doesn't. One makes for a joyful journey; as long as you follow it, you are one with it. The other will make you curse your life. One makes you strong; the other weakens you.
Before you embark on any path ask the question: Does this path have a heart? If the answer is no, you will know it, and then you must choose another path. The trouble is nobody asks the question; and when a man finally realizes that he has taken a path without a heart, the path is ready to kill him. At that point very few men can stop to deliberate, and leave the path. A path without a heart is never enjoyable. You have to work hard even to take it. On the other hand, a path with heart is easy; it does not make you work at liking it.
I have told you that to choose a path you must be free from fear and ambition. The desire to learn is not ambition. It is our lot as men to want to know.
The path without a heart will turn against men and destroy them. It does not take much to die, and to seek death is to seek nothing.
For me there is only the traveling on the paths that have a heart, on any path that may have a heart. There I travel, and the only worthwhile challenge for me is to traverse its full length. And there I travel--looking, looking, breathlessly.
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Quidquid luce fuir, tenebris agit [lo que estuvo en la luz actúa en las tinieblas]; pero también a la inversa. Las vivencias que tenemos mientras soñamos, suponiendo que las tengamos a menudo, acaban por formar parte de la economía global de nuestra alma lo mismo que cualquier otra vivencia «realmente» experimentada. Merced a esto somos más ricos o más pobres, sentimos una necesidad más o menos, y, por fin, en pleno día, e incluso en los instantes más joviales de nuestro espíritu despierto, somos llevados un poco en andaderas por los hábitos contraídos en nuestros sueños. Suponiendo que alguien haya volado a menudo en sus sueños y, al final, tan pronto como se pone a soñar cobra consciencia de que la fuerza y el arte de volar son privilegios suyos, y que constituyen así mismo su felicidad más propia y envidiable; ese alguien, que cree poder realizar toda especie de curvas y de ángulos con un impulso ligerísimo, que conoce el sentimiento de una cierta ligereza divina, un «hacia arriba» sin tensión ni coacción, un «hacia abajo» sin rebajamiento ni humillación ¡sin pesadez! ¡cómo un hombre que ha tenido tales experiencias y contraído tales hábitos en sus sueños no va a terminar encontrando que la palabra «felicidad» tiene un color y un significado distintos, incluso para su día despierto!, ¿cómo no va a aspirar a la felicidad de modo distinto? En comparación con aquel «volar», el «vuelo» que los poetas describen tiene que parecerle demasiado terrestre, muscular, violento, demasiado «pesado».
F. NIETZSCHE, Más allá del bien y del mal.
Un manifiesto es una comunicacion hecha al mundo entero, en la que no hay mas pretension que el descubrimiento de los medios para curar instantaneamente la sifilis politica, astronomica, artistica, paralamentaria, agronomica y literaria. Puede ser dulce, bonachon, siempre tiene razon, es fuerte, vigoroso y logico.
A proposito de logica, me parezco muy simpatico
"La bruja Avería nació en la edad moderna para anunciar la edad de piedra y su actualidad es, por desgracia, la actualidad del pasado más siniestro: la actualidad de un nuevo fascismo "democrático" (como ya advertía Brecht) para el que estos mismos guiones resultan subversivos, precisamente porque se ocupan de él y lo denuncian. Esperemos que hayan en ellos todavía la suficiente "exageración" - la suficiente extemporaneidad- como para seguir haciendo reir. Poque a veces tengo la culpable sensación de que es la Bruja Avería la que nos gobierna -pero sus rayo es de verdad y sus victimas somos todos-; y que estas soflamas swiftianas, escritas para iluminar satíricamente un horror incipiente y llamar a la lucha contra la globalización, son ya de hecho el programa político oficial del Cuarto Reich.
(mas)
Santiago Alba Rico
La figura de Diógenes enseguida pasó a ser una leyenda de provocación y la imagen del sabio cínico por excelencia, de aspecto descuidado, burlón y sarcástico. Su forma de vida perruna, su estilo agresivo, su comportamiento siempre en contra, le diferencian sin confusiones. Vivía en un tonel, buscaba a plena luz del día con un candil, nada menos que al hombre, se masturbaba en público, comía carne cruda, escribía libros a favor del incesto y del canibalismo. Si alguien es el prototipo de transgresor, ese es Diógenes de Sinope.
Nació en Sinope (Asia Menor) entre los años -413 y -400 y murió en Corinto en el año -323. Este mismo año es probable que murieran también Aristóteles y Alejandro Magno. Su padre era banquero y cuenta Diógenes Laercio que un buen día decidió consultar al oráculo y recibió como respuesta "invalidar la moneda en curso", que como todas las respuestas de los oráculo era enigmática, dicha respuesta tenía al menos tres sentidos: falsificar la moneda, modificar las leyes o transmutar los valores. Diógenes no quiso elegir e hizo las tres cosas, el resultado fue la expulsión y el destierro de Sinope. Ellos me condenan a irme y yo les condeno a ellos a quedarse, fue su irónico comentario. Forzado por estas circunstancias deambuló por Esparta, Corinto y Atenas, en esta ciudad frecuentó el cinosarges y se hizo discípulo de Antístenes, optó por llevar una vida austera y adoptó la indumentaria cínica, como su maestro. Desde sus comienzos en Atenas mostró un carácter apasionado, llegando Platón a decir de él, que era un Sócrates que se había vuelto loco. Pone en práctica de una manera radical las teorías de su maestro Antístenes. Lleva al extremo la libertad de palabra, su dedicación es criticar y denunciar todo aquello que limita al hombre, en particular las instituciones. Propone una nueva valoración frente a la valoración tradicional y se enfrenta constantemente a las normas sociales. Se considera cosmopolita, es decir, ciudadano del mundo, en cualquier parte se encuentra el cínico como en su casa y reconoce esto mismo en los demás, por tanto en mundo es de todos. La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vio que un muchacho bebía agua en el hueco de las manos. Conoció a algunos de los filósofos y gobernantes de la época, se cuenta la anécdota de que estando un día en las afueras de Corinto, se le acercó a Alejandro Magno y ofreció concederle lo que quisiera, a lo que el filosofo respondió simplemente: apártate a un lado que me quitas el sol. Esta anécdota pretende reflejar claramente que el sabio no necesita nada de los poderosos, que está por encima de las riquezas materiales y de la ambición del poder. Esta actitud crea una radical separación con los políticos. Todo esto es posible pero se necesita un duro entrenamiento (ascesis). Diógenes, como todos los cínicos recomienda el entrenamiento para adquirir la areté, ejercitarse tanto física como mentalmente para endurecerse y llegar a la impasibilidad y a la autosuficiencia. La independencia se consigue con el esfuerzo, como el viejo héroe Heracles, que sirve de ejemplo a los cínicos, porque vive conforme a su propia valoración de las cosas y no según normas ni convenciones impuestas desde fuera. Escribió algunos libros, que se han perdido, pero todos los indicios hacen suponer que eran de carácter breve y en forma de máximas o sentencias agudas e irónicas, según sus comentaristas. Su muerte, como no podía ser de otra manera, también es motivo de anécdotas. Según algunos murió por su propia voluntad, suicidándose mediante la contención del aliento, dueño de su destino y del momento de su muerte. Según otros murió de las mordeduras de un perro, esta vez de los de cuatro patas o de una indigestión por comer pulpo crudo. Y cuentan también otros que aún resuena el eco de las carcajadas del sabio de vez en cuando y que sus amigos levantaron un monumento en su honor, que consistía en una columna coronada por un perro de mármol.
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Siempre admiré a este hombre. Pero hoy mucho más, al descubrir su último enfrentamiento con el Gran Cefalópodo...
Peter Sloterdijk
¿qué amansará al ser humano, si fracasa el humanismo como escuela de la domesticación del hombre? ¿Qué amansará al ser humano, si hasta ahora sus esfuerzos para autodomesticarse a lo único que en realidad y sobre todo lo han llevado es a la conquista del poder sobre todo lo existente? ¿Qué amansará al ser humano, si, después de todos los experimentos que se han hecho con la educación del género humano, sigue siendo incierto a quién, a qué o para qué educa el educador? ¿O es que la pregunta por el cuidado y el modelado del hombre ya no se puede plantear de manera competente en el marco de unas simples teorías de la domesticación y de la educación?