Definitivamente algo se atravesó cuando se traspasó aquella puerta (o nos dejamos vueltos del revés los trajes que se congelaron con la nieve). Desde tan lejos (pero apenas ahora) la secuencia parece sucederse de acuerdo con una lógica inaguantable (y sin embargo tan poco previsible, o tan previsoriamente inesperable).
Resumiendo: cueva submarina. Las aguas en su cauce. Rompehielos alucinados. Crisis hipocondríacas. Convalecencia, esguince, burbujas de soledad. Pantallas negras. Todo esto tiene que servir para algo. Miles davis. Caras, retazos, vísperas de examen en las que reaparecen fantasmas como de la nada, tan incorpóreos.
Semillas. Ramificaciones. Mohosidades. Expandir. A vueltas con la espiral: señales. Hablar para todos y para nadie.
Cibervida, letargo; chorros de bytes. Meta-morfosis. Inestabilidad (apaciguada). El espectador (por fin) se sienta y se divierte. Conspira, con un mando a distancia en el bolsillo listo para ser accionado (y pensando que todo esto tiene que servir para algo). Instancias, multiplicidades, espejos. Ojeras.
Sentarse a esperar noticias de la vida, la que dejamos atrás en alguna encrucijada. Seguros de que nos alcanzará, no puede ser menos.
Hasta el próximo cruce. Aquí seguimos.