Y qué hacer cuando uno se queda atrapado, literalmente sumergido en algo que de súbito nos desborda, cuando la inminencia se hace aguda como si bebiéramos agujas, pero sin embargo nuestros reinos se acolchan, nos escuchamos proferir palabras como por debajo del agua. Fue, no fue, está siendo, hay o no hay puente, otro lado, verdadero y unívoco sentido para descifrar estas mismas palabras. Como alguien que hubiese lanzado la llave del submarino por la escotilla y ahora estuviese condenado a soportar los ecos de las mismas palabras que llegan casi ajenas, mientras se trastocan arriba y abajo. Seguir otra pista, tirar la llave, despertar en otra cama. Seguir jugando. Enredando la maraña (ningún otro día para cerrar la madeja, ninguna otra fecha tan propicia). Verde. La lana es verde. Verde la tierra verde. Hacer algo de (la) nada, conceder a las palabras el beneficio de la duda, la trampilla de salvación, salvo si queriendo nadar terminamos ahogándonos, infundir vida propia al vacío, gólem de consonantes sinuosas. No pensar. Caligrafía de una garrapata, carta de mareantes naufragados. Tentativas. Poesía accidental que nos sobrecoje con una sonrisa demasiado seria para ser burlona. Doscientos veinte kas.
Y claves tal vez demasiado crípticas... O no. Quizás más abiertas que nunca.
Escrito por calamar a las 21 de Mayo 2005 a las 03:35 PM