19 de Mayo 2004

ajedrez infinito

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[RAYUELA: 154]

Se trataba de encontrar un lenguaje que no fuera literario.

...partiendo un poco de las ideas centrales de un Ezra Pound, pero sin la pedantería y la confusión entre símbolos periféricos y significaciones primordiales.

Treinta y ocho dos. Treinta y siete cinco. Treinta y ocho tres. Radiografía (signo incomprensible).

...saber que unos pocos podían acercarse a esas tentativas sin creerlas un nuevo juego literario. Benissimo. Lo malo era que todavía faltaba tanto y se iba a morir sin terminar el juego.
-Jugada veinticinco, las negras abandonan - dijo Morelli, echando la cabeza hacia atrás. De golpe parecía mucho más viejo-. Lástima,la partida se estaba poniendo interesante. ¿Es cierto que hay un ajedrez indio con sesenta piezas de cada lado?
-Es postulable -dijo Oliveira-. La partida infinita.
-Gana el que conquista el centro. Desde ahí se dominan todas las posibilidades, y no tiene sentido que el adversario se empeñe en seguir jugando. Pero el centro podría estar en una casilla lateral, o fuera del tablero.
-O en un bolsillo del chaleco.
-Figuras -dijo Morelli-. Tan difícil escapar de ellas, con lo hermosas que son. Mujeres mentales, verdad. Me hubiera gustado entender mejor a Mallarmé, su sentido de la ausencia y del silencio era mucho más que un recurso extremo, un impasse metafísico. Un día, en Jerez de la Frontera, oí un cañonazo a veinte metros y descubrí otro sentido del silencio. Y esos perros que oyen el silbato inaudible para nosotros... Usted es pintor, creo.

Las manos andaban por su lado, recogiendo, uno a uno los cuadernillos, alisando algunas hojas arrugadas. De cuando en cuando, sin dejar de hablar, Morelli echaba una ojeada a una de las páginas y la intercalaba en los cuadernillos sujetos con clips. Una o dos veces sacó un lápiz del bolsillo del piyama y numeró una hoja.

-Usted escribe, supongo.
-No -dijo Oliveira-. Qué voy a escribir, para eso hay que tener alguna certidumbre de haber vivido.
-La existencia precede a la esencia -dijo Morelli sonriendo.
-Si quiere. No es exactamente así, en mi caso.
-Usted se está cansando -dijo Etienne-. Vámonos, Horacio, si te largás a hablar... Lo conozco, señor, es terrible.
Morelli seguía sonriendo, y juntaba las páginas, las miraba, parecía identificarlas y compararlas. Resbaló un poco, buscando mejor apoyo para la cabeza. Oliveira se levantó.

Escrito por calamar a las 19 de Mayo 2004 a las 10:23 PM
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