29 de Febrero 2004

miembros y seguidores

Great masters of theory are only very rarely great organizers also. And this is because the greatness of the theorist and founder of a system consists in being able to discover and lay down those laws that are right in the abstract, whereas the organizer must first of all be a man of psychological insight. He must take men as they are, and for that reason he must know them, not having too high or too low an estimate of human nature. He must take account of their weaknesses, their baseness and all the other various characteristics, so as to form something out of them which will be a living organism, endowed with strong powers of resistance, fitted to be the carrier of an idea and strong enough to ensure the triumph of that idea

The follower of a movement is he who understands and accepts its aims; the member is he who fights for them.
The follower is one whom the propaganda has converted to the doctrine of the movement. The member is he who will be charged by the organization to collaborate in winning over new followers from which in turn new members can be formed.
To be a follower needs only the passive recognition of the idea. To be a member means to represent that idea and fight for it. From ten followers one can have scarcely more than two members. To be a follower simply implies that a man has accepted the teaching of the movement; whereas to be a member means that a man has the courage to participate actively in diffusing that teaching in which he has come to believe.
Because of its passive character, the simple effort of believing in a political doctrine is enough for the majority, for the majority of mankind is mentally lazy and timid. To be a member one must be intellectually active, and therefore this applies only to the minority.
The propagandist aims at inducing the whole people to accept his teaching. The organizer includes in his body of membership only those who, on psychological grounds, will not be an impediment to the further diffusion of the doctrines of the movement.

Adolf Hitler, Mein Kampf, Cap. XI: Propaganda y Organización.
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Resulta escalofriante leer lo que pasaba por la cabeza de una de las mayores bestias del s XX. Resulta casi más escalofriante que sea un libro prohibido, que se conjure como un peligro que fuera a convertirnos a todos en nuevas bestezuelas. Empieza uno a pensar que la historia no se terminó cuando nos dicen que se terminó, que esos principios se siguieron aplicando bajo otras máscaras.

¿Y si lo leyéramos y viésemos que sus planteamientos no son muy diferentes de los vigentes hoy en día? Claro que los genocidios actuales son mucho más lentos, más imperceptibles. La sofisticación de seducir a tus víctimas... ¿cuándo se dieron cuenta?

Me intriga poderosamente el hecho de que ciertos planteamientos sean compartidos desde discursos aparentemente tan opuestos. Los ataques al imperio actual presuponen esa pereza y timidez mental de las mayorías estupidizadas. Las críticas contra las élites actuales (económicas, políticas, intelectuales) atacan la manipulación de las mentes, el control férreo de los medios de comunicación. Pero al mismo tiempo constituyen una élite aspirante. Hay que reconocer que, por muy interesante que resulte, Chomsky y compañía no interesan al 90% de mis compañeros de facultad.

Si la televisión es opio, por elegir un símbolo, es inútil culpar a los que desde arriba lo distribuyen. Es una sinergia. También nosotros elegimos, elegimos la lobotomía, la píldora azul. ¿La máxima aspiración universitaria? Alcanzar el cielo del funcionariado. Y todo funciona.

No me resisto a comparar. La disidencia marginal funciona del mismo modo que la máquina hegemónica (de hecho se prestan métodos y estrategias). Los que pretenden "liberar mentes" también pretenden evangelizar con su opción de cambio. Es como si constituyeran otro ser vivo, un virus que pretende desestabilizar a los grandes mastodontes que oscurecen el cielo.

Y bueno, tal vez sí halla diferencias. El virus (o así quiero creerlo) no pretende implantar una idea en el cerebro de sus adeptos, sino que despierten y ellos decidan. Esa es su máxima fuerza y, al mismo tiempo, su máxima debilidad.

Escrito por calamar a las 29 de Febrero 2004 a las 03:18 PM
Comentarios

El virus (o así quiero creerlo) no pretende implantar una idea en el cerebro de sus adeptos, sino que despierten y ellos decidan.
¿Y se despertarán y decidirán? ¿O serán simples segudores de lo que parece estar bien, de lo que es mas "políticamente correcto"?
Son preguntas que me hago, respuestas, como siempre, no tengo ninguna.

Escrito por lununa a las 29 de Febrero 2004 a las 09:01 PM

decidimos luchar por darle a alguien la oportunidad de elegir.
o, como dijo el otro, nos ponemos de parte de los débiles para sentirnos más fuertes que los fuertes.

Escrito por calamar a las 1 de Marzo 2004 a las 12:38 AM

Creo que te equivocas profundamente, a veces ni tú mismo eres consciente de estar tomando la píldora azul; es como si todos fuéramos, en mayor o menor medida, daltónicos de nacimiento. Si no sabes qué significa azul no puedes elegirlo o desecharlo. Y con esto no quiero decir que la comodidad crítica no sea un problema, pero no lo es todo, ni mucho menos. No se trata de infectar a otros sino de enseñarnos a autovacunarnos.

Escrito por k a las 5 de Julio 2004 a las 04:51 PM

daltónicos? no. ciegos.

(en el silencio de los espacios interestelares)

Escrito por calamar a las 6 de Febrero 2005 a las 03:00 PM
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